miércoles

Pelicanos en Maitencillo

En la Caleta de Maitencillo a los 32º 38´, S - 71º 26´,O, en el litoral que cobijo a los primeros pescadores del sector, y como en toda la costa de Chile, recibe a una bandada de Pelícanos dispuestas siempre a recibir todo lo que los puestos de Mariscos y Pescados desechan. Ellos han hecho de este espacio su hogar aquí arriban todos los días de los distintos puntos en donde anidan o forman sus familias, de preferencias cerca de los islotes marinos y los acantilados que están en los alrededores de la costa y de la caleta, que se creo al parecer como dicen derivando su nombre de unos Maitenes que existían en este sector, siendo estos roqueríos su lugar predilecto para descansar, hacer vida grupal y cortejar a sus hembras. Es así que con el correr del tiempo se ha poblado de un grupo importante, de Pelícanos y que según el P. Rafael Housse en su libro: ”Las Aves de Chile”, de su vida y sus costumbres, señala :que estos serian de la familia pelicanidas o pelicaniformes, Pelecanus Occidentalis Thagu, y que estos, nidifican en cualquier parte, en las islas o acantilados donde se reúnen, ya frescos, o expuestos al sol. Además, como es su hábito, fórmense en tierra firme un compacto grupo de unos 25 individuos aproximadamente y de ahí se encaminan hacia el lugar de la nidificación en común, El galanteo preliminar al apareamiento, es original. Lucen todos su plumaje nupcial: plumas blancas, en la parte superior de la cabeza y en ambas alas, que brillan al sol, cual espejo. Helos ahí en el terreno de la colonia: cada macho exhibe sus adornos, se da vuelta a todo sol para hacerlos valer, hasta que una de las hembras se les acerque. Después de mirarse y de contornearse un rato, la pareja se aleja sola por la costa, con las alas semi abiertas, y verticalmente empinadas para ostentar el blancor de las remiges, cada enamorado trata de preceder al otro, con el fin de deslumbrarles con su galas. Al cabo de varios minutos de caminata, uno se remonta, y en un lento vuelo planeado hace alarde de su níveo plumaje, al que el otro le corresponde y felicita desde tierra, sacudiendo las alas. Terminando el paseo, el novio escoge el sitio del futuro nido, y mientras su compañera queda de guardia, corre en busca de materiales, no trepidando en ir hasta islas vecinas. Vuelve con la bolsa bucal, hecha un cafarnaum: llena de polvo, arena, guano, garrapatas, plumas, y cuanto es acarreadizo y le cabe en el saco membranoso. Lo acondiciona todo en forma circular. Cada metro cuadrado da espacio para dos nidos y medio, de manera que las incubadoras casi se tocan, pero sin hostilizarse unas a otras. Uno de sus alimentos preferidos es la sardinas, aunque se contenta con cualquier clase de pez, anden éstos en cardúmenes o aislados. Van a pescar hasta 40 millas del litoral; lo hace de día, y también de noche, en las de luna por lo menos. En las épocas de escasez, o siempre que se refugian los peces en partes estrechas donde el no puede bucear, se hace corsario. Pesca de dos maneras: unas veces vuela a un metro o dos por encima del agua, y se arroja sobre el pez que ve nadar en la superficie; otras se elevan a 10, 15, 20 metros para escudriñar más hondamente el mar, o bien divisa un pez, endereza su cuerpo, se inclina hacia adelante y se deja caer casi verticalmente; persigue luego la presa en el agua, sale con ella en el pico, de unos veinte a ochenta metros más lejos. Continua así la pesca, hasta llenarse en parte del estomago, y del todo la bolsa que le cuelga de la mandíbula inferior. Retirase entonces a una roca, arroja en ella todos los peces cogidos, elige y engulle los que le gustan más, digiere tranquilo sin moverse, hasta sentir de nuevo hambre. alimenta abundantemente a su progenie, pues en torno de los nidos sobran montones de peces podridos y secos. Termina don Rafael Housse contando que estas aves, les gusta estar en compañía, en especial para la noche, y duermen juntos en alguna roca, y aun sobre los árboles cerca del litoral; nunca tierra adentro. No se internan en los ríos, y no se les ha visto en las marismas, sin duda por falta de profundidad donde sumirse. Por último y contrariamente a las demás aves, los alcatraces pasan, en el invierno de una región clima cálido a otro más frío.

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