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"... Por 1874, la única población de alguna cuenta que existe en lo que podemos denominar la parte septentrional de la comarca de Quintero, es la aldea y parroquia de Puchuncaví, célebre en más de alguno de los fastos electorales de la República. Puchuncaví tubo el mortificante privilegio de decidir siempre con sus dos o tres docenas de votos el resultado de las elecciones del Departamento de Quillota, del cual es una subdelegación, por cuanto las fuerzas se comparten generalmente por igual, calle larga de por medio, entre los combatientes de aquel valle tan fértil como belicoso, tan progresista como politiquero. La última sangre derramada en nuestro suelo por causas políticas, empapo por aquella circunstancia en junio de 1871 la pequeña e irregular plaza parroquial de aquel caserío, sin que hasta ahora se haya sabido, como sucede siempre, quien o quienes fueron los responsables de aquella calamidad. Lo que parece sin embargo, cierto averiguado en el lugar, es que los partidarios de la oposición estaban de a caballo y los del Gobierno a píe (al revés de lo que acontece de continuo…), los últimos alrededor de la caja, custodiándola en la puerta del curato, y los otros revolviendo sus caballo en la plaza, a medida que la chicha nueva voltejeaba en sus cabezas. De improviso se oyó el rumor de un desorden, tal vez el grito de un ebrio, tal vez la exclamación de un pecho en franco torneo, sin vara ni juez en tales días. A la bulla salen los soldados de un piquete de Quillota; alguien dice fuego ¡y por entre una nube de polvo y de alaridos en pocas horas recorrió como un remolino de verano toda la comarca, quedaron en el centro de la desierta plaza de la Parroquia el cadáver de un infeliz que pasaba por casualidad tres caballos derribados y agonizantes. Triste hazaña..." (Vicuña Mackenna Benjamín) libro de Memorias “Al Galope“, 1882.
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